Artículo publicado el 27 de junio de 2013 en Diario de Alcalá
Si quieres adelgazar puedes hacer diferentes dietas. Bien la que venga en
el semanario del corazón, con nombres de frutas o verduras que suenen a verde
tipo dieta del limón o del aguacate, o bien te puedes acercar al endocrino y
que como buen profesional te estructure una dieta que no juegue con tu salud.
Que está la vida muy mala.
Esto es lo que hay que hacer para muchas otras cosas, pero de lo que quiero hablar es de la reforma de la Administración anunciada tras el pasado Consejo de Ministros por Soraya Sáenz de Santamaría. Ella, muy buena conocedora de la Administración por su condición de Abogada del Estado, ha sido siempre consciente de que esta reforma se tenía que hacer por la vía del endocrino para eliminar la mayor cantidad de tejido adiposo de nuestra administración, materializado en empresas públicas inútiles y duplicidades que mantienen un nivel de impuestos que ahogan al ciudadano, y a su vez mantener el músculo de ésta para evitar efectos secundarios de una dieta mal hecha.
Esto es lo que hay que hacer para muchas otras cosas, pero de lo que quiero hablar es de la reforma de la Administración anunciada tras el pasado Consejo de Ministros por Soraya Sáenz de Santamaría. Ella, muy buena conocedora de la Administración por su condición de Abogada del Estado, ha sido siempre consciente de que esta reforma se tenía que hacer por la vía del endocrino para eliminar la mayor cantidad de tejido adiposo de nuestra administración, materializado en empresas públicas inútiles y duplicidades que mantienen un nivel de impuestos que ahogan al ciudadano, y a su vez mantener el músculo de ésta para evitar efectos secundarios de una dieta mal hecha.
No olvidemos que la Administración supone la mayor “empresa” de este país
con 2’7 millones de trabajadores. Si Iberia y British Airways han acabado como
el rosario de la aurora con sus sindicatos por fusionarse, no deja de ser
enorme la dificultad de hacer una ambiciosa reestructuración en una
organización de estas dimensiones que no ha hecho más que crecer en la historia
de la democracia, y para ello se necesita calma y buena letra.
Por lo general tengo que decir que, más allá del manido debate de las
duplicidades y del más que necesario ahorro directo cifrado en 6.500 millones,
la reforma toca palos francamente necesarios para que una sociedad avance. Y es
que una Administración no puede subsistir con formularios y ventanillas cuando
las pequeñas empresas hacen un terrible esfuerzo adaptándose al siglo XXI con
tiendas on-line para exportar su producto a un cliente en Toronto. Las nuevas
tecnologías como eje principal de la reforma facilitarán gestiones y acortarán
los plazos de las mismas en una organización que no sólo por su tamaño es
inflexible. La movilidad de los funcionarios tiene que convertirse en una realidad,
así como una central de compras que aprovechen economías de escala para
suministros. Pero posiblemente, mi favorita, sea el esfuerzo que va a hacer el
Gobierno en refundir leyes para hacer el ordenamiento jurídico un poquito más
sencillo, ese mismo que ahora se compone por multitud de leyes, reglamentos,
decretos y disposiciones transitorias que llenan miles de hojas de Boletines
oficiales del Estado y de Comunidades Autónomas, y que hacen inabarcable su
estudio, no ya para el ciudadano sino también para el experto.
Más allá de aspectos técnicos que sin duda facilitarán el funcionamiento de
todos los campos en los que interviene la Administración, lo que de verdad
llega es el respeto hacia el contribuyente que se ha visto obligado a apretarse
el cinturón asumiendo recortes y subidas impositivas mientras veía cómo una
Administración ineficiente tenía margen para ahorrar esos euros que cada uno
alargaríamos infinitamente más en nuestros hogares y negocios. Ahora se aprieta
el cinturón la Administración, como cualquier empresa en crisis, como cualquier
hijo de vecino.
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