Artículo publicado en Diario de Alcalá el 20 de Septiembre de 20012
Es el mejor consejo que Esperanza Aguirre dice haberle dedicado a su hijos. Puede ser una frase tipicona que resuena en la boca de algún nostálgico, pero parece más un manifiesto que la hasta ahora Presidenta de la Comunidad de Madrid ha cumplido escrupulosamente durante sus 30 años al servicio de los madrileños.
No sólo ha podido
presumir de responsabilidad, sino también de disciplina de partido
de la cuál sólo ha prescindido en contadas ocasiones como la
gestión del caso Bolinaga o la destitución de Ana Pastor, algo que
ha ocurrido al final de este largo periodo que según ella comenzó
como un mero paréntesis. Durante todo este tiempo ha sido capaz de
mantener una posición interna crítica con la dirección de Mariano
Rajoy, hasta amagar con enfrentarse a él en el Congreso nacional del
PP en Valencia, pero sin cesar ni un ápice en una firme y fuerte
posición de fidelidad a su partido que siempre ha mantenido y de la
que nadie dudaba. Ya saben, por aquello de que los trapos sucios se
lavan en casa, algo que parece que su mayor compañero de riñas,
Alberto Ruiz Gallardón, parece haber aprendido de ella.
Aguirre, la hija de puta,
fascista y marquesa, -calificativos que he escuchado de boca de las
filas socialistas-, ha sido un personaje muy odiado y muy querido, y
era la misma que vestía de Zara y H&M cuando la Vicepresidenta
del Gobierno, Maria Teresa Fernández de la Vega, vestía día sí y
día también modelitos de los diseñadores más exclusivos. Sus
aplastantes mayorías absolutas que rompían pronósticos y marcas
anteriores son tanto su mejor aval personal como de la gestión que
ha molestado en mayor medida a los que tenía que molestar. Escuchar
de primera mano cómo sindicalistas liberados que hacían huelga a la
vez que cobran, coreaban en la plaza del Sol un “Espe muérete”
el día de su dimisión, era el mejor síntoma tanto de la educación,
integridad y carácter democrático de éstos, como del número de
“chiringuitos” que ha desmantelado ésta.
Su gestión tiene luces y
sombras según a quién preguntemos -como todo- pero sabía despertar
las mayores pasiones de cada uno. Sanidad y educación han sido los
sectores más polémicos. Que cada colegio nuevo de la Comunidad de
Madrid sea bilingüe es un éxito, pero el trato a los maestros
opositores y la privatización de la gestión en centros sanitarios
-que no copago-, ha levantado muchas ampollas y protestas.
La hemos visto de muchas
formas. Con un capote en la Catedral de las Ventas, y ejecutando
verónicas a Tomás Gómez en la Asamblea de Madrid.
Inaugurando con un drive el campo de golf de Alcalá de
Henares y haciendo un guiño al lobby gay. Vestida de chulapa como la
más castiza y luciendo un llamativo estampado con las estrellas de
Madrid. Dando una rueda de prensa enfundada en calcetines con olor a
bomba y saliendo como una rosa de un helicóptero junto a Mariano
Rajoy.
Pero también ha sido la
que más veces dijo aquello que le hubiera gustado haber callado. Ni
periodistas, ni arquitectos ni compañeros de partido se salvan a las
fauces de este animal político con la complicidad de periodistas y
micrófonos indiscretos. Muchas veces palabras lamentables, como ella
mismo ha calificado en alguna ocasión, para la Presidenta de la
Comunidad de Madrid, pero que han sido tomadas con mucha hipocresía
por oposición y sociedad como si en privado nadie matara con la
sinhueso a algún familiar querido.
Ha sido capaz de cortar
cabezas cuando lo estimaba oportuno sin caer en la tentación tan
española de aguantar el chaparrón hasta que pasa la nube -o los
ríos- de tinta. Y de hashtags, que ya nos modernizamos. Le han
salpicado casos de extremada delicadeza como Gürtel y espionajes,
sin que le hayan pasado una factura política comparable a la de
otros compañeros de tempestad.
Y así, con nocturnidad,
alevosía y todos los agravantes posibles, se acaba la carrera
política de esta máquina que movía al sector más crítico con las
políticas impopulares de Mariano Rajoy, pero que al mismo tiempo
mantenía a muchos en el barco del Partido Popular en medio de la
tempestad. Ahora está por dilucidar si Ignacio González, su sucesor
natural que ha podido elegir personalmente a su equipo junto a
Aguirre en las pasadas elecciones y que podrá tranquilamente
gobernar sin bicefalias a lo PNV, será capaz de mantener la serie de
mayorías absolutas. Pero también habrá que observar si podrá
arrastrar a todos aquellos que creían en el PP gracias a la
lideresa.